Ya mucho se escribió sobre Watchmen, la novela gráfica escrita por Alan Moore e ilustrada por Dave Gibbons.
Nada mal hace agregar más elogios a semejante maravilla no sólo del noveno arte sino del arte en general.
No es una exageración: pocas veces es posible encontrarse con una obra al mismo tiempo ambiciosa, crítica, impactante, compleja, política, impredecible, profunda, salvaje, entretenida, seria, inteligente, audaz. Una obra en el que elementos que parecen disímiles se combinan de manera impensada y milagrosa. Una obra que al leerla uno piensa: “¡Guau! ¡Creí que partiría de este mundo sin disfrutar de algo como esto!”.
Haciendo un resumen, Watchmen nos presenta una ucronía en el que la presencia de superhéroes es tan familiar como los teléfonos y las computadoras. Estamos en Estados Unidos, 1985. Nixon se perpetuó en el poder, la Guerra Fría está a punto de hacer arder el planeta, y un acta prohibió a los justicieros enmascarados, quienes ahora llevan vidas grises, trabajan para el Gobierno o actúan de manera clandestina, dependiendo del caso. El asesinato de Comediante —uno de los más veteranos y feroces “superhéroes”— sacudirá al ya desmantelado grupo. Rorschach, uno de los viejos colegas de la víctima, cree que hay un plan para exterminar a los Vigilantes y comienza a investigar, tarea que lo llevará a las más altas esferas. Para más detalles de la trama y de sus riquísimos personajes, pueden cliquear aquí.
Dios bendiga a Alan Moore. Un tipo que dota a sus trabajos de un nivel de detalle tan fascinante y minucioso que es preciso apreciarlos más de una vez para captar cada referencia, parodia o simbolismo. Y el estilo tiene un ritmo cinematográfico infernal (pese a que Moore la calificó de ser todo lo contrario). El dibujo de Gibbons acompaña perfectamente la idea del excéntrico autor.
Sin irnos del tema Detalles, al final de cada entrega (consta de doce números), e incluso dentro de los cuadritos, un bonus track que sirve para reforzar ese universo alternativo en el que sucede la historia: fragmentos de la biografía de Hollis Mason (uno de los primeros enmascarados, que en los ’40 se hacían llamar Minutemen), un ensayo sobre el Dr. Manhattan (superhéroe que es lo más similar a un Dios), partes de la historieta de piratas Tales of the Black Freighter, que lee un personaje secundario, recortes de diarios, informes psiquiátricos...
¿Ya dije que era una maravilla?
La película, dirigida por el enorme Zack Snyder, es otra genialidad, y por fortuna logra serle fiel a la esencia de lo creado por Moore (a pesar de que Alan reniega de las adaptaciones de sus ideas). No era moco de pavo convertir la graphic novel en un film, pero Snyder, los guionistas y todo el equipo técnico y artístico lo logró, y de qué manera. En su momento publiqué algo acá en el blog (pinchen aquí). Y no puedo parar de ver los opening credits, uno de los mejores de la historia del cine.
Volviendo al comic, permítanme compartir una anécdota. Una que casi no logro contar.
Sábado. Fui al Malba a ver algunas de las joyitas programadas para este mes. Luego de deleitarme con The Crazies —joyita oculta de George A. Romero— junto a mi amigo y colega Rodolfo Weisskirch, emprendí la vuelta a mis pagos, en la Zona Sur. Tomé el 160, que de milagro no tardó cuarenta minutos en aparecer. Al principio, casi nadie a bordo. Conseguí un buen asiento de una: en el fondo, del lado derecho, junto a la ventanilla. Aproveché para seguí gozando Watchmen.
Son casi la una de la madrugada. En Pompeya suben grupos de pendejos que se dirigen a boliches de Lanús, como La Zona. Situación que pone incómodos a los viajantes: los chicos no parecen precisamente austriacos o alemanes, y están eufóricos y barderos. No es una situación nueva: sucede todos los fines de semana. Esta vez no joden mucho a los demás, por suerte. Pero mejor no mirarlos a la cara... ni al resto del cuerpo, aunque una muchacha de cómo 120 de busto hace eso muy difícil.
Continúo con el comic, leyendo tranquilo.
El 160 pasa por la zona del Parque Udabe. Falta menos para la estación.
En el comic, Dr. Manhattan se encuentra con el Comediante en Vietnam. Gracias a ellos, Estados Unidos gana la guerra en dicho país asiático.
En la vida real, el colectivo dobla en una esquina. De reojo veo varios pibes tan rubios y educados como los que tengo a unos centímetros, uno levanta algo como un lanzador de discos, le apunta al 160...
En el comic, Dr. Manhattan dice del Comediante: “Nunca conocí a nadie tan deliberadamente amoral”...
Y siento una explosión y una lluvia de cristales en mi cabeza y la señora sentada a mi lado huye y yo me levanto y me toco la cabeza y los demás gritan y se horrorizan y adelante le gritan al chofer que pare y el tipo amaga con frenar pero sigue su camino y yo miro a mis espaldas y veo mi asiento empapado de restos de la ventanilla y todos me preguntan si estoy lastimado y digo que estoy bien y yo les pregunto a las señoras sentadas detrás de mí si ellas están bien y por suerte sí lo están y miro por la ventanilla hecha pedazos y pienso que el chofer hizo bien en no bajar porque yo sólo hubiera bajado si llevaba conmigo una .44 y pensé que no estaría mal que el Comediante o Rorschach o ambos saltaran del comic e hicieran justicia o mejor aún que yo me convirtiera en alguno de los dos (quienes leyeron la novela gráfica o al menos vieron la peli saben de qué hablo).
El 160 se aproximaba a la estación. Usando mi pañuelo, saqué los restos de vidrio , me senté y seguí leyendo Watchmen. El comic y la película —así como también lo relacionado con la segunda antología de La Abadía de Carfax, el éxito de Recortadas en el BARS y A Sala Llena— fueron lo mejor de un 2009 para el olvido. Tenía el presentimiento de que por ahí no llegaba vivo a enero, pero ese ataque tan gratuito y maligno era demasiado.
Esperemos que 2010 sea un mejor año y el comienzo de una década de éxitos.
Por lo pronto, les deseo a todos MUCHAS FELICIDADES!!!
Y no se preocupen, que el blog seguirá funcionando. ¡Hasta estará más presente por Facebook!
Próximamente: Top Ten de películas de terror de la década que se termina.
